A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

Entre las cascadas de Noruega.

Karlos tenía una vena pintora. La sacaba cuando amanecía, cuando el Sol teñía el mar de un rojo intenso. Tan intenso que hacía crujir los huesos y al corazón estremecer. Llevaba consigo un bloc y una polaroid, para cazar mariposas y plasmar sus colores en cualquier plataforma de papel. Éstas eran tan, tan reales, que a veces veía mover sus alas volando hacia la línea que mezclaba el cielo con el horizonte.
Amontonaba los lienzos en la buhardilla y les limpiaba el polvo cada semana, rayando su superficie cada madrugada lluviosa y, no supe nunca cómo, siempre acababa con las mejillas pintadas de verde con unas manos azulonas, y un corazón rojo como el fuego, para aparentar el calor que nunca recibió.
El alma de Karlos flotaba, buscaba puerto en el que adormilarse
(por desgracia nunca se le ocurrió buscar entre las cascadas de Noruega).


5 comentarios:

  1. Me ha encantado el texto, me ha fascinado la imagen, me ha enamorado Karlos, simplemente increíble entrada ;)
    La verdad es que Karlos debió de ser una persona con un alma preciosa deseando compartir todas aquellas cosas que no llegamos a apreciar a simple vista

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  2. Ojalá Karlos encuentre pronto una estación en la que dejar su color. Me ha encantado.
    Un beso
    (y limonada bien fría)

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  3. Seguró que alguien tan especial como él conseguirá un buen puerto en el que pararse a pintar a la vida :)
    Un beso enorme!

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  4. Yo quitaría el 'que' inicial de la penúltima frase. Por lo demás, tiene encanto. ¡La pintura es un arte tan pasional! No es posible no mancharse si te implicas con el arte. Y Noruega es amor, amor.

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Te lo doy entero.
El corazón, digo.