A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

*Fiu, fiu*

Un sol tristón sale, el mismo de ayer. El mismo de mañana, el mismo de siempre. Y Grece Brynja descansa en el camarote, cuando al fin, despierta. Ojos con legañas y cuerpo cansado, levanta la espalda de ese lecho maloliente e incómodo. Extrañada e incomprensible observa su estancia. Maldice a diestro y siniestro, sin recordar el día anterior ni el porqué de estar entre 4 paredes. Cuando de repente la puerta se abre.
-Toc, toc, toc -con la sonrisa más sexy que existe-. ¿se puede? -entra sin mi permiso, intuyendo la respuesta (que ni siquiera importa)-.
Grece se tapa las costillas y el torso (medio desnudo). La madera cruje bajo sus pies. "¿Desde cuándo no limpian?" piensa asqueada. Se muerde el labio inferior, lo que hace que la vista nerviosa de Dyre lo esté más. A través de las sábanas distingue sus curvas. Finas y blancas. Ella lo advierte, y le echa encima una mirada asesina, cuando él deja de hacerlo.
*Fiu, fiu* -mientras mueve  las cejas-.
No puede evitar sonrojarse,y finalmente sentencia (fingiendo ser implacable):
-Qué haces aquí.
-¿Cómo has dormido, preciosa? -acercándose sin miedo-.
-Grece. Me llamo Grece -secamente-.
-Y dime, Grece. ¿No has querido alguna vez adentrarte en un mundo nuevo, diferente? -le cuenta acercándose a ella, casi en un susurro, sensual. Esto hace que la atención de esa mujer aumente.-. ¿Rodeada del mar, arena, el sol pegado a tus mejillas.... -pasa el dedo índice por esa cara de cristal-.
(Y no, ella no puede apartar las pupilas de sus labios)
-...y los problemas fuera de tu alcance?
 Por un instante callan. Grece ladea la cabeza levemente, acercándose a su rostro, lenta. Él imita su gesto sin abstenerse siquiera, toqueteando las puntas de su pelo. A dos centímetros quedan (con los párpados caídos). Dos centímetros que cambiarían enormemente el destino. Dyre siente algo en su estómago, como burbujas subiendo hacia su garganta, hormigas haciendo cosquillas. Queda perplejo y desaparece sin dejar rastro. A ella la deja con la boca entreabierta, los nervios en sus mofletes, los ojos cerrados. Y la gravedad vuelve a aparecer a su alrededor.
Grece deja escapar un grito (ahogado) y más roja que un tomate se da cuenta de una cosa. Ese chico no ha acabado lo que estaba diciendo, lo que la enfurece súbitamente.

2 comentarios:

  1. Me han entrado unas ganas terribles de leer más, mucho más :)

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  2. Te sigo desde ya, pequeña Babú :) aquí hoy también hay un sol tristón.

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Te lo doy entero.
El corazón, digo.