A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

Tensión en la proa

Es mediodía. Grece está sentada en las escaleras del barco mirando al horizonte. Le apasiona el mar, siempre ha sentido curiosidad intensa por él. Los pájaros sobrevuelan su cabeza.
-Al fin y al cabo esto no está tan mal -se dice a sí misma-.
Algo rompe la calma del paisaje. Aparecen Dyre (desbaratando) y sus gritos. Grece llega a una conclusión: ese hombre nunca cambiará. Se levanta en un impulso y corre hacia él.
-Eh, ¿qué te pasa? -llega sonriente. Con una de esas sonrisas que alegrarían un día de tormenta-.
Lanza una mirada de odio que corta su sonrisa. Acercándose a ella desafiante, comienza a hablar.
-Somos dos tontos en medio de un maldito barco. Grece. Grece, date cuenta, cariño. Que esto no es de niños, no estamos jugando al pilla pilla ni al escondite. No son juguetes, Grece. Son armas. -Gritando-. No juegues con agua si no te quieres ahogar. No toques el fuego, no te acerques. Ni siquiera lo mires. ¿Nunca tu madre te dijo que te acabas quemando? Escúchame. Mírame a la cara. -Y endemoniado le coge el cuello. Cada vez haciendo más presión-.
Grece está Aterrorizada. En A mayúscula. Las palabras le saben a chino, ¿qué me está echando en cara? piensa. Avergonzada. La tensión del marino atrae a los demás. Sigue hablando, ni siquiera se ha dado cuenta.
-Sé que es duro, las cosas se afrontan. Tú no sabes nada de este mundo.
Y ella no lo aguanta más. Ardiendo de rabia lanza la palma de la mano contra su cara. Lo más fuerte que puede. Le da debajo del ojo derecho, y quedan paralizados. Él incrédulo y ella mirándose la mano.
Grece llora. Le lloran los ojos, el corazón, el alma. Llora y cae al suelo. Dyre sigue mirando a otro lado,  viendo el sol brillante y hermoso, cuando devuelve la vista a Grece. La mira ahí tirada. Débil. Se sienta a su lado. Mirándola y pidiendo perdón. Su respiración calma poco a poco, lo que devuelve algo de tranquilidad al hombre
 Parece que le ha dado un ataque, los ojos de la mujer se vuelven borrosos y grises. Dyre sonríe a pesar de todo, sus pupilas son mucho más bonitas así. De ese color medio grisáceo, medio azulado.
Se quedan hasta dormirse y soñar, el uno junto al otro. Sin moverse.
Antes de que esa ingeniosa mujer disponga a echar una cabezada lo mira.
Su mejilla derecha tiene un ligero color rojo.
Y ella no sabe cómo es su nombre.

3 comentarios:

  1. Al menos se ha solucionado todo. ¿Qué le pasa a Dyre? ¿Por qué sufre esos ataques?

    (abrazo polar)

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  2. Un buen golpe despierta a cualquiera: del sueño, del miedo, del enfado, de la tontería... Lo importante siempre es mantener la calma, de esta forma se piensa (y se vive) mucho mejor.

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  3. A veces hay que dar un pequeño golpe a alguien para hacerle reaccionar... Vivir en las nubes no siempre es bueno.
    Las últimas tres frases son para ser leídas a susurros y casi sin aliento *-*
    <3

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Te lo doy entero.
El corazón, digo.