A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

Cuando dejabas un sueño escapar no volvía.


El sonido de los pájaros revoloteaba sobre su cabeza. El vaho ascendía hacía las nubes, dibujaba corazones y círculos algo mal hechos. Todo esto le hizo reflexionar, dándose cuenta que no podía seguir escondiendo, tan dentro de su corazón, un sentimiento que le estaba devorando el pecho entero. Empezó por las arterias, siguió por las células y acabó en su motor de vida. Era como un virus que destrozaba su sistema.
Sus pasos se acercaron en dirección a esa casa. Sin darse cuenta estaba parado en frente de una puerta beis, hecha de madera, con un pórtico y un timbre, con una melodía que le resultó bastante divertida. Entonaba cinco notas, alargando la última de ellas. Y metido en sus pensamientos no se dio cuenta del crujir de la madera. Y de la figura humana que se ocultaba detrás.


Era una mujer, de mediana estatura, con un collar de perlas adornando su cuello. Y una expresión de sorpresa, al ver aquel hombre en ese lugar.
-Anthony... ¿q...qué haces aquí?
-Carlene... eres tú. -susurró. Ella no logró escucharle. Cogió aire y con la valentía que le había faltado empezó a hablar. Nada de lo que había preparado para decirle esa noche recordó-. He estado pensándolo mucho tiempo ¿sabes? Lo... lo que... pasó. Ahora los días son más cortos. Yo ya no soy lo que era, ya no tengo esa energía para correr kilómetros y kilómetros. Hemos sobrevivido a las noches de invierno, pegados a un televisor, hemos... hemos crecido, y las arrugas son síntoma de ello -se señaló las arrugas de la frente, levantando levemente el dedo índice, sin saber bien qué decir-. Ayer me acordé de ti... pasé por El retiro, di una vuelta en barca. Vi miles de enamorados a mi alrededor. Reviví un nosotros paseando bajo los árboles. Junto al palacio de cristal. La diferencia es que iba solo. Me gustaría revivir esos paseos. Y los desayunos en los bares, a las 8:00 de la mañana. Y... yo te quiero, Carlene. Nunca dejé de hacerlo.

Sin dudarlo más levantó la mano derecha, algo temblorosa, y abrió su palma para que ella la cogiese; en cambio lo miró dubitativa, acabando de entender todo lo que le había dicho en tan poco tiempo.
Pasaron algunos instantes. A él le parecieron un mundo y, decepcionado, triste y con los ojos llorosos le retiró la mano. Se giró para irse, empezando a levantar la pierna derecha.
Pues era verdad que cuando dejabas un sueño escapar no volvía, meditó.


Antes de que su olor pudiese extinguirse, de que el calor de esa casa desapareciese para siempre, las palabras escaparon de sus labios. El color fue devuelto a sus mejillas, Anthony volvía a esbozar una pequeña sonrisa, parecía que ella se aclaraba la garganta.
-Bueno... -empezó a pronunciar tímidamente-.
Él se giró; con las últimas gotas de esperanza que le quedaban colgando de sus mechones. El aire navideño era frío y le cortaba las manos. El silencio recorrió sus cuerpos unos segundos y ella continuó con las pupilas clavadas en las de ese hombre (que tanto le recordaba al niño que llevaba dentro):
-...ya tardabas en volver.
Al principio él se quedó estupefacto. Es imposible, pensó. Imposible que tras tanto tiempo, tras tanto daño hubiera dicho tal cosa. Se esperaba más bien un par de gritos, un escobazo, quién sabe qué. Pero al fin y al cabo era real, ella había vuelto a ser suya, a empezar a serlo. No la dejaría irse de nuevo, no la dejaría escapar de sus brazos.
Se lanzó a los suyos sin esperar más tiempo.

6 comentarios:

  1. Perdonar. Amar. ¡Precioso, Babú!
    Ojalá todas las historias tuviesen un final como este, pero en la realidad.
    Un beso
    (y sonrisas)

    ResponderEliminar
  2. Tienes una bonita forma de narrar los movimientos.
    (y me encanta la acuarela de Audrey, así grande en el lateral)

    ResponderEliminar
  3. Qué preciosidad, he sentido como si fuera él, y he sentido su miedo, su alegría en el final.
    Un beso enorme Babú :)

    ResponderEliminar
  4. qué blog más reketeprecioso, te sigo

    #marencalma

    ResponderEliminar
  5. Tenemos que aprovechar las segundas oportunidades que nos sean recibidas porque nunca habrá otra.
    Qué final tan bello; todo el relato en sí tiene una belleza resplandeciente.
    Ojala y me hubiera pasado por este rincón mucho antes..

    (Un beso con dulce:)

    ResponderEliminar
  6. El ser humano es impredecible, sobretodo cuando hay un sentimiento tan fuerte de por medio.
    Un placer haberte encontrado :)

    ¡Besos!

    ResponderEliminar

Te lo doy entero.
El corazón, digo.