A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

Te canta suavemente.

-¡Buenos días princesa! ¡He soñado toda la noche contigo!
Qué voz más extraña, y a la vez tan sumamente dulce. Con esos altibajos de tono, sabes que son a propósito, pero te abre el alma-.
Un beso de buenos días te roza la frente. La textura de sus labios es suave, y algo húmeda. Piensas. Y no puedes evitar sonreírle; le estiras de la blanca camisa, poco a poco, y lo lanzas contra ti, a tu pecho. Lo besas con ternura, rodeándole el torso con las piernas, y los calcetines de lana desiguales. Le sueltas, respiráis y os mirais a los ojos. Te vuelve a acariciar el pelo con sus dedos; tiene los ojos tan brillantes y el corazón tan rojo...
Los dedos anular y corazón combinan y se juntan. La magia inunda vuestras costillas y os humedece las mejillas. Os fundís en un baile lleno de matices y colores, vuestros dedos, juguetones, aún juntos. Cosquilleándole el vientre. Y las sonrisas que llegan, que aparecen y que se van.
El sol de enero roza vuestras carnes -desnudas-. y él no hace otra cosa que imitar tu sonrisa. Te canta suavemente, su boca no está hecha para hablar alto. Te habla a susurros, con el corazón en en puño y tu mano en el otro.
Te viste, empezando por colocarte bien los calcetines, y te vuelve a mirar. Qué ojos tan grandes. Marrón chocolate, negro carbón y marrón miel. Todo junto.
Suspiráis los dos cuando pone esa cara, la que dices que te trae tantos recuerdos. La que pone cuando se le ocurre algo, y simplemente gesticula moviendo la nariz. Pero te coge las manos y te arrastra. Tú no quieres, no. El concierto de nuevo año suena sobre vuestras cabezas, el director mueve su batuta y lo miráis a través de la pantalla. Os dirigís miradas de nuevo.
-"¿Me concedes este baile, princesa mía?"
Ríes. Ríes a carcajadas y él te mueve. Te da vueltas. El cielo azul y sus pajaritos y tú con él, dando vueltas alrededor de una mesa y una lámpara, que os alumbra y da color. Vas de puntillas; de golpe, cuando lo miras, os distraéis ambos y caéis. Caéis a la alfombra, y ¿sabes qué, querido extraño?
Bailan en el suelo.