A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

Hace tiempo que llegó el momento de cambiar.

Y aquí vienen otra vez. Todos esos recuerdos que no hay forma de borrarlos. ¿Por qué la vida es tan cruel con una persona tan dulce? Hay cosas que puedo entender, pero otras que no, porque todo gira al rededor de mi como una espiral que nunca tiene su fin, como una peonza que nunca va a parar, como la gran rampa de la montaña rusa que nunca termina, y sigues cayendo, y cayendo, y no sabes cuando vas a tocar el suelo, y no tienes nada seguro, nada de lo que puedas sentirte seguro y decir, bueno, sé que te tengo a tí y que tu me protegerás. No, eso, esa, ese, no está. ¿Dónde están todas esas cosas que quería hacer? Todas esas personas que quería conocer, todas esas sensaciones que quería experimentar. Sólo tengo una cosa segura: yo sigo aquí, en medio de estas cuatro paredes naranjas delante de un viejo ordenador escribiendo estas lineas que dudo que alguien leerá. Pero ¿y qué? Ahora quiero decir lo que me de la gana, porque normalmente no puedo. Normalmente estoy atada a una silla con un libro delante, y con tres mil cotillas detrás. Normalmente llego a casa sin sonrisa y salgo de ella igual. No es que sea una deprimida, pero algo indignada sí que estoy. No aguanto a los políticos, ni a las noticias (porque todas ellas siempre son malas). Esto no quiere decir que sea una ignorante, pero, ¿que va a pasarme a mí y a todos? Pues que nos vamos a la ruina. Y no en el mal sentido, o quizás si, pero solo sé que el dinero es nuestro rey, el rey de todos, incluso de aquellos que no saben lo que es. El ser humano es extraordinario, tánto, que puede volverse en contra de sí mismo y saberlo. Saber que se está perjudicando a sí mismo y seguir con el mismo juego, por avaricia, por poder, por egoísmo. Y entonces es cuando la esperanza llama a tu puerta y pregunta por tí. Y tú contestas que estás ocupado y la dejas esperando. Por eso la pusieron ese nombre, ¿no? Pero aun así, aunque ella esté en la calle, fuera, está ahí, te espera, unas veces con impaciencia, pero está ahí. Por eso no es tan difícil cargar con la pesadez del día, por esos pequeños detalles que te hacen pensar que todo puede ser un poquito mejor. Como cuando llegas a casa y dices, voy a ponerme esa canción que tanto me gusta y voy a cantarla sin parar, y estás esperando ese momento ansiosamente durante todo el día. O cuando dices: voy a comerme uno de esos pasteles que mi madre guarda con tanto cariño en la nevera, qué digo comer, digo devorar. Voy a saborear cada acorde del sonido de la guitarra más dulce. Voy a ver el amanecer más naranja, voy a oler la hierba húmeda recién cortada de mi jardín, voy a pintar lo primero que me venga a la cabeza, voy a tumbarme en la arena de la playa, descalzar mis pies, y sentir como las olas los cubren, mojan y bailan entre mis dedos. Voy a sentarme en el tejado del edificio más alto para poder ver el cielo estrellado de esta noche. Voy a salir a la calle y voy a pisar sólo los cuadros rojos de la acera, ignorando lo que puedan llegar a pensar, voy a cantar mientras salto y voy a…toparme contigo. Sí, tú. Me miras, porque sé que me miras, o quizás me observes, o hayas girado la cabeza por una milésima de segundo y tus ojos por pura casualidad de la vida se hayan topado con mi cara. ¿por qué yo? De esa mujer embarazada, ese hombre con el bigote, el joven con el perro, la vendedora de churros, los niños de la pelota, y ese hombre tatuado, me has mirado a mí. ¿ y cómo sé esto? Pues porque yo te he visto antes. Mientras saltaba y cantaba la última de los Beatles, te he mirado. A ser verdad, primero te he olido. Desprendes un olor magnífico, de vainilla y limón, de mar y miel, de café y caramelos, de jabón y de placer. Tu olor me ha hecho pensar en una de mis canciones favoritas, una de esas que no puedes parar de tararear en todo el día, por eso escribo para tí, porque no puedo olvidarte. Y te recuerdo que me has mirado y sé lo que has pensado, ¿ esta tía es tonta? ¿Pues sabes qué? Sí, lo soy. Porque no sé apreciar lo que tengo delante, porque todos los días hago la misma ruta y no me paro a pensar en todos esos pequeños detalles que me llevan allí. Por eso cuando te he visto me he dado cuenta: tú no eres de aquí. Tú eres alguien nuevo, alguien con nuevos aires, podría decir que buenos. Tienes otra forma de mirar, de sonreír y de hablar. Tienes otra forma de escuchar y tienes muchas formas de hacerme reír. Sí, me provocas risa, y no te lo tomes a mal, pero a veces pones caras de tonto. Pero no me importa, es lo que me gusta de tí, es lo que me hace ver que eres distinto, que tú no tienes lo que el resto tiene, que tu no quieres lo que el resto quiere. Por cierto, ¿qué quieres tú? Yo quiero muchas cosas, tántas, que si las escribiera en rollos de papel higiénico, la gente se limpiaría el culo con piedras. Pero yo no me refiero a cosas materiales, yo me refiero a sensaciones. Como cuando te pones un hielo en los dientes y tienes la sensación de que se están fundiendo con el hielo. ¿ No crees que ya va siendo hora de hacer algo nuevo? Algo distinto, algo nuevo, diferente, extraño e increíble, algo que parezca imposible. Pongamos una regla, la de no seguir las reglas. Simplemente ama. Te crees que es muy fácil, pero no lo es. Amar es más difícil que luchar. Amar es proteger, cuidad, vivir, soñar, sudar, crecer, correr, gritar, disfrutar, pensar, saborear, decir tonterías, actuar de forma inteligente. Amar lo es todo, amar eres tú. Amas el suelo, el cielo, a tu madre, a tu hermano, a tu vecino y al perro. Amas el arte, ese que nunca será definido. Amas los cafés de las siete de la mañana y las copas de las doce de la noche. Amas los vaqueros y también las pajaritas. Amas al aire, amas a la vida. ¿La amas? Ya te he dicho que es una tarea muy complicada, pero en eso consiste, si todo fuera tan fácil, sería todo triste. No tendrías una motivación por la que levantarte por las mañanas. Mira, te seré sincera, yo no soy muy buena en esto de escribir, pero creo que sí en esto de sentir. Me siento, te siento y lo siento. Cuando me haces cosquillas pasando tu mano por mi brazo, y hace ese sonido que se puede escuchar, si estás callado claro, porque me gusta cuando me cantas y me bailas, aunque todo esto es lo más cursi jamás escrito. ¿O tienes tu algo mejor? ¿Sabes qué es lo que quiero hacer en estos instantes? Mirarte a los ojos y preguntarte: ¿me enseñas a volar? Y no me contestes nunca.




(El texto no es mío, sino de una soñadora, 
la persona más bonita que existe 
y que con sus palmas y rumbas 
te alegra el día)
Irene.