A veces me gustaría tener alzheimer, para olvidar que te quiero.

Si es que éramos unos críos.

-Hola, rubio, mi querido rubio. He oído muchas cosas sobre ti. Algunas supe que era imposible que hiciesen esas mejillas doradas. Otras tragué saliva, siempre cuando llovía. Oí que encontraste a una chica y ahora estás casado. Dime, ¿es eso verdad?
No movió sus pupilas. Mala señal.Yo me quedé quieta, viendo pasar el tiempo y sus nubes, ¿lo recuerdas?. Con las esperanzas vestidas de luto a mis pies. Con las ilusiones a mi vera (y esperando).
Como cuando era niña y ansiaba a mi príncipe cada 31 de Octubre, vestida de princesa. Otra cosa no se te ocurrió que acercarte.
-Eh, ¿qué pasa Alice?
Tu voz se comió mi mundo.
¿Qué me pasa? Diablos, ¿cómo se puede ser tan grande siendo una pizca de dulzura?. Tus rizos son magia y tu corazón un bombón Lindt. Que se me deshace al oír su pum pum, fuerte y suave.
-¿Q...qué? Tú, tú eres lo que pasa.
Ladeó la cabeza a la izquierda esperando una explicación. Si es que eramos unos críos.
-Nunca importa qué piense. Nunca importa lo que haga. Jamás te darás cuenta, ¿no lo entiendes? Nunca olvides las tardes grises y las estrellas negras.
Me fui corriendo, lo dejé perplejo y con sus dudas. Sus rizos caían sin brillo.
Ayer volvió esa luna llena, su luz y color de la víspera del 31 de Octubre.
Me asomé a la ventana y lo pude ver. Sigue allí, con su pijama de estrellas negras y el cielo gris. Y los ojos sin pegarse. Congelados, blanco ennegrecido a prueba de balas. Con el corazón roto y una mujer.
Ni siquiera sabe qué hacer con ella.
(Esperando al 31 de octubre, por fin vestido de
príncipe
azul)